domingo, 29 de noviembre de 2009

RUIDO, MUCHO, MUCHO RUIDO...


Cuando hace unos años me vine a vivir a Sotolargo, lo hice ¡Inocente de mí! buscando la paz de la vida en el campo y el descanso, sobre todo de los fines de semana. El canto de los pájaros e incluso el ladrido de los perros, eran parte del escenario, aunque no tanto los gallos y las gallinas y mucho menos los pavos reales.
Pronto asumí que era importante tener cortacésped, motosierra, desbrozadora, cortasetos y otros utensilios a cual más ruidoso y que al parecer, lo habitual es usarlos a primera hora de la mañana o a la hora de la siesta, especialmente sábados y domingos.


Después empezaron las obras por doquier, con el tráfico de camiones, excavadoras martillos neumáticos y trabajadores de la construcción, que al parecer tienen que gritar mucho para entenderse. Se me olvidaba la máquina de barrer del Ayuntamiento, que también suele madrugar bastante, el panadero que avisa de su llegada con generoso concierto de bocinazos y los motoristas que tienen que llevar el acelerador bien pisado para que se note su presencia.
A todo me he ido acostumbrando con esfuerzo, pero lo del fin de semana me parece excesivo. Las fiestas privadas con música hasta la madrugada se encargan de no dejarme dormir y entre los chatarreros, los instaladores de canalones y últimamente el afilador, no hay fin de semana o festivo que no tengamos varios altavoces atronando las calles toda la mañana y eso que hay un cartel bien grande en la puerta que prohíbe la venta ambulante.
Y me pregunto: ¿Tiene nuestro Ayuntamiento una ordenanza de ruidos? En caso negativo, ¿porqué no la elabora? Y si existe, ¿porqué no se cumple? El empleado del Ayuntamiento, que vigila tan de cerca otras actividades vecinales, ¿no podría impedir la actuación de estos enemigos del descanso y de la paz urbana?
Creo que me voy a tener que hacer adicto al Lexatin.


Tomás Pellicer

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